Estos últimos dos días han sido agotadores para mí, tanto así que me salté mi hora favorita: la del almuerzo.
Esta mañana salí tempranito hacia mi pueblo natal, Moca, con una colega, teníamos varios clientes potenciales por visitar, pero debía estar de regreso en Santiago a la 1:00.
Ya cerca del medio día y todavía con una agenda llena, pasé por el frente de una floristería y cuando me percaté de que, como una autómata, había detenido el vehículo, ya estaba en el interior; se me había antojado comprarle flores a mi mamá.
Sólo contaba con unos minutos libres, tal vez para comer algo, o para terminar más rápido, o para cualquier otra cosa, pero utilizarlos para llevarle esas flores a mi madre fue el mejor descanso que hubiera podido tener.

No hay comentarios:
Publicar un comentario